El ladrón de penes

Un joven de 28 años fue linchado en el país africano de Gambia hace una semana, después de ser acusado de robarle el pene a otro. Baba Jallow no le cortó el pito a nadie. Tampoco se lo arrancó a mordidas. Más bien, dijo la supuesta víctima, uso brujería para que su joy-stick se encogiera hasta desaparecer. Al parecer, es una acusación relativamente común en el oeste de Africa, donde muchos hombres aseguran haber perdido su pene y después son extorsionados por el brujo para que se los devuelva.Al menos siete “ladrones de penes” han sido linchados en Ghana desde 1997, informa AP. No debe sorprendernos, claro. Los hombres estamos obsesionados con nuestro bagdow, como le decimos cariñosamente. No es casualidad que la mayor parte de los correos basura que circulan en la red son relativos a erecciones permanentes o pitotes gigantes. El pene es nuestra posesión más preciada, nuestro báculo de poder imaginario. Aquel, o en particular aquella, que no entienda cuan importante es nuestra relación con la verge, no sabe nada de la vida. Así, es comprensible —más no defendible— no sólo que linchen a quien roba pitos con brujería, sino que las autoridades permitan el castigo.Es similar el famoso caso de Amina Lawada, sentenciada a morir lapidada en Nigeria por serle infiel a un marido fallecido. La lapidación consistiría en que la entierren hasta el cuello y después el público la apedrea hasta matarla. Su sentencia fue suspendida gracias a la presión internacional, y los jueces nigerianos tuvieron que aferrarse a un tecnicismo legal para salvarla. Sin embargo, su ejecución habría sido ‘legalmente válida’. Así, tenemos un caso de ejecución ilegal pero tolerada y otro de ejecución legal pero no realizada: dos ejemplos de acción u omisión de la ley con base en la ideología. Estos dos casos me vienen a la mente con el hartamente debatido tema del Paraje San Juan. No es, por supuesto, que sean casos equiparables, pero tienen un rasgo, muy preocupante, en común. Esto es, la legalidad ideológica.Esta muy bien que el gobierno capitalino se defienda de un fallo judicial que considera incorrecto o fraudulento. Está muy bien que recurra a las figuras legales, como el ‘juicio fraudulento’, para defender sus intereses. Lo que es muy grave es la ideologización de la justicia. Cuando Andrés Manuel recibió fallos favorables de la Suprema Corte, como en el caso del Consejo de Transparencia del DF o con el horario de verano, se deshizo en halagos hacia la impartición de justicia. Le pareció que los magistrados eran grandes personas que actuaban con la ley en la mano. Pero ahora que ha recibido un fallo, considerado “verdad legal” y por lo tanto inapelable, que no le parece, ha iniciado una salvaje campaña mediática contra los ministros de la Corte. Está claro que los verdaderos responsables de esta debacle legal, sin embargo, no son los magistrados, sino los abogados del gobierno de la ciudad que no supieron defender la expropiación del multicitado Paraje. La bronca es que es con sus correligionarios, y AMLO no puede irse de frente contra Cárdenas y Chayo, y mucho menos Marcelo Ebrard. Así que el objetivo natural del jefe de Gobierno es la Suprema Corte.Sin duda no soy un creyente en nuestro sistema judicial. No tengo broncas con creer que muchos fallos de las diversas cortes de nuestro país están plagados de irregularidades y de corrupción. Lo grave aquí es que López está ideologizando la legalidad con fines políticos y claramente electorales. Esto lo sabemos porque toda la argumentación del jefe de Gobierno está basada en slogans publicitarios cuyo público final es la sociedad: “La gente se cansa de tanta pinche transa”, “prefiero renunciar que ser cómplice de la corrupción”, etcétera. Más triste aún resulta que un tipo tan listo y decente como Alejandro Encinas amenace con movilizaciones para revertir la decisión de la corte. La gran tragedia de un gobierno que sólo ve legalidad cuando le conviene, y ve corrupción y maldad cuando un fallo le desfavorece, es que muestra con toda nitidez su profunda tendencia autoritaria.La ley no puede estar ideologizada, porque entonces es intolerante por definición. Es la legalidad ideológica la que permite lapidar a Lawada y linchar al supuesto brujo; es la legalidad ideológica la que quema en leña verde a los magistrados con tal de quedar como un cruzado por el bienestar de los pobres. Es la legalidad ideológica la que permitió el macartismo en Estados Unidos. El jefe de gobierno, en su lucha por evitar que le “roben” dinero al GDF (es decir, el pene), con supuestas transas (brujería), decide linchar públicamente a los jueces. Pero olvida que la corrupción no sólo es lo que involucra dinero malhabido; corrupción también es la mentira, la demagogia, la manipulación y la incompetencia gubernamental para defender los intereses de la ciudadanía. Corrupción es, al final, todo lo que implique pervertir la percepción de la opinión pública para el beneficio propio. La Ley escrita quizá no deba estar por arriba de la justicia, pero los intereses electorales tampoco. Sirva esto como un llamado a recordar que lo más popular no es necesariamente lo mejor. Sirva esto, también, para recordarles a todos los lectores que cuiden su bagdow... hay muchos brujos en el mundo.
apascoe@cronica.com.mx

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