Un ex DJ, presidente de Madagascar




Andry Rajoelina, el nuevo presidente interino de Madagascar, es un antiguo DJ con sólo dos años de experiencia en política (ninguna a nivel nacional) y con una edad, 35 años, que lo deja a cinco del mínimo de 40 años exigido por la Constitución para ser mandatario. Dos meses de campaña en las calles terminaron por tumbar el gobierno de Marc Ravalomanana, presidente votado en elecciones democráticas, e inquietaron a la comunidad internacional tanto por su audacia como por su desprecio a las urnas. Así, mientras acusaba a Ravalomanana de antidemocrático por presionar a los medios y usar una fuerza excesiva contra civiles, el líder de aspecto juvenil se apoyó en la calle y el Ejército para acceder al poder, en lugar de acudir a elecciones.
Apodado "TGV" (como el tren de alta velocidad francés) por el nombre de su partido (Tanora MalaGasy Vonona: Jóvenes Malgaches Resueltos) y por su estilo ágil y decidido, Rajoelina supo asumir el liderazgo de una ola de descontento popular desde su elección como alcalde de la capital, Antananarivo, en diciembre de 2007. Ravalomanana, un millonario hecho a sí mismo que en 2001 venció en las urnas al dictador Didier Ratsiraka, fue desilusionando a capas cada vez más amplias de una población que, alguna vez, también había salido a las calles para brindarle su apoyo.
Occidente saludó la apertura de Madagascar a la inversión extranjera impulsada por el mandatario, pero sus intentos por combatir la galopante pobreza del país fueron por lo menos inadecuados y el imparable aumento en el precio de los alimentos terminó de estrangular a la población.
La caída en picado de su poder comenzó en diciembre, cuando intentó evitar que Rajoelina emitiera una entrevista con el exiliado Ratsiraka. El entonces alcalde capitalino explotó su experiencia como productor de eventos para convertir una protesta por la censura de su emisora en una exitosa campaña para derrocar al presidente: se vistió de naranja (color de la revolución ucraniana en 2006) y convocó multitudes de jóvenes y desempleados a mítines festivos.
Rajoelina se autoproclamó presidente y actuó como si lo fuese, nombrando por ejemplo su propio gobierno interino y utilizando las protestas callejeras para intentar instalarlo en el poder. El movimiento abjuró siempre de cualquier forma de violencia, que luego vendría del propio Ravalomanana: el presidente empleó una fuerza desproporcionada para reprimir las protestas, lo que, paradójicamente, contribuyó a mantenerlas activas y a evitar su desgaste natural.
El punto de inflexión se produjo el 7 de febrero, cuando la guardia presidencial acribilló a 28 manifestantes desarmados ante las oficinas de Ravalomanana, lo que terminó por derrumbar cualquier posible respaldo al líder, cada vez más autoritario.
También el Ejército respondió quitándole su apoyo, en parte por el creciente número de bajas civiles y en parte por el rumor de que había mercenarios extranjeros ayudando al presidente. Las tropas adoptaron en principio una postura neutral, pero su apoyo abierto a Rajoelina terminó por manifestarse este lunes, cuando asaltaron las oficinas presidenciales en el centro de la ciudad y jalearon al opositor en un desfile victorioso por las calles de la capital.
Los analistas esperan que la situación recupere cierta tranquilidad a corto plazo después de que el Tribunal Supremo confirmara hoy la legalidad de la presidencia interina de Rajoelina.
La mayoría silenciosa del país y algunos sectores del Ejército, sin embargo, se sienten inquietos por la evolución de los hechos. La calma tiene poco futuro si, como algunos temen, Rajoelina también termina por desilusionar a la población.
Tras escuchar hoy su primer discurso como mandatario legal, en el que prometió comida barata, nuevos hospitales y una mejor calidad de vida para todos, muchos críticos destacaron el inquietante parecido de sus palabras con las que pronunció Ravalomanana tras su victoria hace siete años.

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